lunes, 2 de junio de 2008

4. La noche

Era consciente de que le gustaba la noche. Le sentaba mejor que el día. Sabía que la luna era su aliada, no huía del sol, pero el brillo de la dama blanca era algo demasiado atractivo para alguien como él. Su carácter era una completa contradicción: criticaba todo lo que rodeaba a la noche y defendía la virtud, pero le gustaba perderse en la oscuridad y recorrer las sendas de lo prohibido y lo divino deteniéndose en las paradas que le resultaran más seductoras. Defendía la libertad y el espacio vital, pero se ahogaba cuando las fronteras se ampliaban y se veían difusas. No es que necesitara a alguien, pero inventaba cenas con rosas y noches estrelladas para distraer su espíritu.

Cuando las luces de la ciudad se encendían y las sombras buscaban su sitio, salía a buscar la complicidad de la luna. Ésta dejaba que le acompañase y paseaban entre bulevares, plazas y rincones donde la gente disfrutaba de los placeres que parecían vetados durante la dictadura del astro dorado. Sólo se separaban cuando se internaba en alguno de esos bares en los que la iluminación disimulaba cualquier defecto, donde buscaba distraerse, encontrar una buena conversación o conocer a un alma que quisiera ser su gemela aunque fuera por algunas horas. No era un hombre de una sola mujer, no soportaba las relaciones largas, aunque siempre buscaba a la persona perfecta. Ese era su problema.

Salió de uno de esos antros acompañado por alguien que también buscaba una tirita para esas heridas que no se aprecian a simple vista. Llegaron a un cruce que le recordaba a otras calles y su inconsciencia empezó a tomar el control. Recordaba. Ahora empezaba a distinguir con claridad las farolas, una ventana, aquella esquina... Todo cobró sentido, ella avanzaba delante de él, pero su pelo había cambiado, ahora eran un conjunto de mechones rizados que se retorcían alocadamente. Recordaba. Tal vez fuera una noche de febrero, solo le venía a su cabeza el frío, frío que se convertía en una excusa para alcanzarla, para besarla, para estrecharla entre sus brazos. Recordaba. Los dos jadeaban y se acariciaban sin pudor ya que ningún testigo, excepto su eterna compañera, les contemplaban. Sólo pensaba en fundirse con ella, y ella le correspondía a veces cariñosa, a veces con una mirada de pasión que sus ojos azules convertían en algo delicioso. Recordaba. Había amado. Y por alguna razón le dolía.

Abrió los ojos, estaba paralizado y sudaba como si se hubiera despertado de una pesadilla. Ella le miraba extrañada sin hablar. Hizo un gesto y siguieron andando. Esa noche no dormiría solo, pero sin embargo sabía que se despertaría con una sensación de soledad. Un vacío que se llenaría en algún momento, pero no en éste. No le importaba. Sólo estaban él y ella. Irían a cualquier sitio.



Nada Surf – Hi-Speed Soul
Let Go, EMI (2003)

Letra: http://www.azlyrics.com/lyrics/nadasurf/hispeedsoul.html

1 comentario:

No tengo novia dijo...

Como te gustan los filtros del Potochó, y los Nada Surf ni te digo...